Recuerdo

Tengo tiempo recordando la casa de la playa, paseándome por sus olores, por el piso crujiente de salitre, por las rejas que contienen el mar. Ahora vive un Alemán o eso escuche. Pero yo también tengo tiempo viviendo entre los cojines anaranjados con flores negras y la oscuridad húmeda del lobby. Entre las sombras soñolientas de la tarde sobre las paredes blancas de los cuartos. Tengo 13 años sin ir, sin llegar a las cercanías de esa playa. Recuerdo que tenía un puño de cocos bebés entre mis manos antes de partir, que tire varias piedras por detrás de mi hombro izquierdo para no volver hasta que otras cosas pasaran, hasta regresar esos pequeños cocos de donde los había tomado. Recuerdo una infinita tristeza, entonces no entendía su presencia, pero se había instalado en la parte superior de mis ojos. Todavía es un inquilino detestable, silencioso, inoportuno. Creo que fui la gata de mi gata, que recuerdo cosas que no me han pasado, pero son recuerdos no fantasías nostálgicas. Como las canciones españolas, siempre me llevan al mismo mercado, a la misma ventana, al mismo apartamento. A ese toque familiar, esperando volver. Es como esos pequeños encuentros cuando una idea me invade y el universo me llena de señalas, quizás porque sabe que estoy observando.

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