Sin censuras.

Vivir es respirar la sorpresa de estar vivos.
No hay nada que planificar.
MM.


Sin noticias, sólo hambre absoluta, devoradora de Medeas, de ideas y medicinas. Congestionada entre los resto de palabras, por las voces que se irritan en los costados de mi espalda por amanecer necias de mentiras. Quizás como un disparo vomitando razones que no alivian, que no resuelven las necesidades disfrazadas de nombres, la felicidad perdida entre la parafernalia de sus vestidos. Intentando desconectar la censura, establecer la diferencia, los desencuentros como norma lineal y exclusiva de nuestras vidas, de nuestra normalidad llena de estadísticas, de planificación sin momentos. Tratando de plastificar los días en renglones exactos, haciendo todos, esperando todos lo mismo. Cuando la realidad nos elige extasiada de conflictos, de sorpresas a destiempo, de vida. Generosos y afortunados aquellos que buscan tomarse un café con Hécate para desnudar las sombras, para rociar un poco de honestidad cuando nos ataca el miedo. Incluso los que intentamos erradicarnos en las desobligaciones, deshabitarnos de los hábitos, caemos en los diálogos del hambre con esperanza de sed. Pero como siempre digo, mis razones derrochan inteligencia en las noches, para ser una mierda en las mañanas, por qué será que todo en la luz se ve más oscuro. Me queda la ilusión intuitiva de mi olfato para ver aquello que mi cuerpo no siente, que mi mente clasifica y espera perpetuar. Para ver cuando cierro los ojos y creo que no puedo mirar, para recogerme cuando estoy perdida entre los otros y confundo la verdad con el teatro.

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