Allan-Sylvia-Daniela

Esa sensación lapidaria de los viernes, donde nada me sostiene. Me siento como la gente de otoño, libre pero seca. Ahora sé que ninguna compañía me alivia, dentro de esta extraña y cautelosa calma no hay otro ser que me conforte, quizás estoy sanando las ausencias, la necesidad de alimentarme en los otros. Por ahora esas noches duelen sobre la piel, sensible a los movimientos suaves, a la espera inmóvil, a los monólogos profundos y las intensas divagaciones. Me desvisto del optimismo incansable, de las lecturas alentadoras y las palabras calidas. Desnuda ante los arrebatos, sólo puedo verlos pasar cuando he sido el juguete de sus antojos. Cuando mi cuerpo descansa sobre los reproches de su goce, sobre la angustia por descomponer mi postura de vieja religiosa, de casta solterona. Cuando la pasión agridulce me confronta, por regalar un poco más de bilis a los inmaculados injustos.

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