Tu locura

¿Y qué importa si la goma espuma es salada?
He ido recorriendo caminos cansada, afanada por las terminaciones sobrepuestas y expuestas de mis hilos.
Mi voz va construyendo alambres que luego no sé como agarrar. Donde la palabra me sobrepasa en presencia, en suposiciones y en la espera de una acción.
Me, yo, mí, mío, he convertido al gerundio en adjetivo y he adjetivado todo como posesivo.
¿Dónde esta la voz callada? para golpearla a gritos, para prohibirle un corporeidad cerrada, terrestre, recatada, inofensiva.
El pensamiento es un aire toxico. Granulado en pequeños cristales deja su huella mi rostro, apropiándose insospechadamente de lugares insólitos. Mi cuerpo es rehén de sus acciones.
Siento silabas hexagonales germinar lombrices, construyen sucursales en mis caderas, hacen de mis mulos su autopista.
Bajo su reino alojo un clítoris confundido, distraído ante su propio poder, ante la pleitesía inconsecuente de los otros.
Olorosa a jengibre blanco, transito en los extremos, en un exceso fármaco, en la observación constante de los deterioros.
¿Y quién espero ser yo?

Romperme entera, por partes, a medias, hasta cansarme, retomarme, escupirme todas las veces que sean, todas las que me queden por delante, y construirme cada vez más cercana a mí.

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