Caminando por las calles de Manhattan y revisando la columna de una amiga periodista me quedé pensando en las estapas de entrenamiento que tenemos en la vida para nuestra futura vida romántica, esa época adolescente que sin darnos cuenta es fundamental para romper los miedos y los tabús. Quizás impulsados por nuestra irresponsabilidad y falta de conocimiento nos arriesgamos a tener “las primeras” experiencias de muchas cosas. Pero que pasa cuando somos adolescentes comedidos y perfectamente bien educados con una carga excesiva de valores e ideas puritanas ajenas a nosotros, pero que asumimos como tal. ¿Qué les queda a esos que dejaron pasar su entrenamiento y ahora se encuentran entre los 20 y los 30 jugando en un campo donde todos parecen ser expertos? Algunos todavía creen que la seguridad marital te aleja de esos juegos, pero en realidad estamos entrando en un terreno aún más desconocido donde sólo podemos confiar en una variedad (a veces muy pesimista o optimista) de historias, porque no hay forma de experimentar y devolvernos. Quizás algunos seguimos escuchando los mitos y cuentos urbanos sobre el matrimonio y escogiendo que lado de la historia crecer, pero cuantos se quedan observando desde el miedo. Existen dos tipos de miedos, el no intentarlo y el hacerlo... Igual seguimos hablando de valores, de ideas, pero existen otros valores vinculados al sexo, una libertad que todavía se sobre valora y que no es tan real como parece.

PD: ¿En qué momento dejamos los análisis y jugamos sin reglas?

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