Buscando oficio

No se cómo lánzame tras lo que quiero. No se cómo ubicarme en un mundo que me dijo muchas veces no tener un espacio para mi (nadie me dijo nada, aunque mi abuela siempre me miró con un aire de duda sobre mis acciones y talentos. Se sentaba cómodamente noche tras noche a devorar libros y escuchar música clásica, mientras yo la miraba embobada con cierta admiración tratando de tomar dictados en el colegio sin cometer errores para graduarme summa cum laude. Claro la pasión mexicana, la devoción por los discos de pasta, los viajes en grupo por todo el país, las buenas conversaciones de Pola en la cocina y me espíritu novelesco interfirieron en el camino, pero esa es otra historia.) Después de estar dos días alimentándome con los escritos de Orsai, me he identificado en muchas cosas con él. En especial con un hecho que le sucedió en una o varias oportunidades, estar en un empleo facilito (la mayoría de los trabajos que he tenido han sido así) que matas en dos patadas. Una parte de mi joven y con las costumbres de doña intactas se pregunta constantemente si debería estar haciendo otra cosa, es más un quejido que una pregunta, un cuestionamiento afilado como una aguja. Otra parte se siente culpable por su eficiencia y por esta echando carro todo el día, mientras mi prima me amenaza con hacer una llamada anónima a mis jefes y contarles la verdad de mis días. Todo esto sucede a la par que se como un sándwich del tamaño de una torta y critica las dimensiones de mi pequeño plato de pasta. La verdad que mi prima I. es muy nice, lastima que lo he descubierto gracias a recientes ausencias… Ante mi exceso de tiempo libre mi madre deja notar su preocupación por mi inconclusa y abandonada tesis, que retomo cada cierto tiempo cuando me posee un extraño positivismo pasajero. Quizás, igual que Orsai, deba abandonar mi afán por el titulo y concentrarme en acumular trabajos fáciles con buena paga, Internet ilimitado y tiempo libre para generar mis textos de forma consecuente y continuar con mis múltiples educaciones.

Aunque muchas veces me he planteado la posibilidad de realizar proyectos conjuntos, las sociedades no son lo mío. Por lo general trabajo sola y me pongo nerviosa en los ambientes desconocidos donde hay mucha gente, casi siempre soy muy amable, cerrada y seca. Tengo la mala costumbre de clasificar a la personas con mucha facilidad, lo cual tiene sus ventajas porque resulta una grata sorpresa descubrir que son diferentes. Mis actuales compañeros deben tener muchas opiniones interesantes sobre mi persona que me encantaría escuchar. En especial porque estoy todo el día en mi oficina con múltiples abrigos porque me muero de frío y una bandana en la cabeza para irrigar más sangre al cerebro y que este piense mejor. Es muy efectivo, pruébenlo. Entre los aromas a mandarinas y la lámpara de sal para controlar los iones negativos de la computadora debo parecer algo extraña. De nuevo me desvío del tema. Creo que existe una calle diagonal entre una voz apasionada que desea escribir, crear, explorar y exponerse, y otra apesumbrada, complaciente, cómoda y descolorida que se conforma con el silencio.

Este es el zaguán por el que transito actualmente, soy una rara avis con un toque esotérico, farandulero y pícaro, esperando que se definan las letras que marcaran mis días. En el ínterin mi madre, sólida roca de mi vida me sigue pidiendo que le regale el titulo de navidad, reyes y afines.

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