Sin áreas prohibidas

No hay libertad. A veces tenemos alguna “característica” diferente como ser gay, gordos, judíos, discapacitados, negros, etc. que nos ubica en las minorías y nos hace cruzar al otro lado del río. Desde ahí observamos a una mayoría que nos limita, humilla y margina. ¿En qué momento aceptamos este papel y empezamos a caminar sobre los charcos y escondernos entre los arbusto? Aceptamos las mascaras y empezamos a mutar a conveniencia. La prohibición se marcó nuestra piel como un grito interno, mientras las limitaciones se dibujaban en nuestra mente antes que se hicieran tangibles y palpables...como un empujón, un sobrenombre inoportuno o la critica constante de los que nos rodeaba reafirmando que algo estaba mal en nosotros. Luego nos convertimos en nuestros propios jueces y nos dejamos envolver por la publicidad fluorescente.


Creemos sólo en lo que vemos, en lo que está fuera de nuestro alcance y podemos envidiar. Es una fuerza que te contiene y te impide actuar. Cuando ya no tenemos edad para escondernos, lo único importante parece trabajar esas creencias, pero me sigo preguntando ¿Cómo llegaron al mundo? ¿Cómo hay todavía miles de personas padeciéndolas: adolescentes, adultos, viejos y niños? ¿Cómo seguimos haciendo películas y documentales al respecto y no hay cambios de base sustanciales? Insisto en la importancia de una educación emocional a tiempo. Aunque es un proceso muy interesante cuando eres adulto, muchas veces me parece que si nos educamos como padres y sociedad podríamos evitar tantas cosas.


Me refiero a una aceptación sin bordes, porque no podemos exigirle a nadie cambiar algo que pertenece a su personalidad, condición física, ideología o preferencia sexual...los parias tienen tanto derecho a su diversidad como el resto de la gente a no compartirlo, pero podemos llegar a una comprensión y respeto por el otro. El cambio es una elección, no una obligación que podemos negociar por asilo político o captación social. Muchas personas pueden pensar que esas son las condiciones del juego y hay que aprender a lidiar con ellas, yo me canse de jugar. Esta semana me canse de muchas cosas. Quizás porque mis bordes son sólo una línea de tiza difuminada y las cajitas me quedan pequeñas. Me desbordo, siempre lo hice y ahora me siento ridícula tratando de entrar en ellas como cuando estaba en el kinder y bebía Pepsi Light en el baño porque mi mamá pensaba que era lo mejor para mi, y yo me sentía mal porque mi lonchera siempre era diferente. Ahora sé que tengo el divino derecho de crecer y moverme tan rápido o tan lento como quiera y sin áreas prohibidas.


Sin darme cuenta después de desplazarme entre varios carritos llegue a mi destino, y perdí el hilo de lo que estaba escribiendo. Pero el correo Bing Ban de una amiga y la tercera entrega de los post de una profesora muy querida (http://www.cajondesastre-vane.blogspot.com/) me lo recordó. Este post empezó porque estaba furiosa por el hecho de sentirme aislada de un mundo o de un entorno donde transitamos sin tener una existencia legitima, y nuestra voz se ve silenciada por opiniones o creencias más antiguas y fuertes. Le sumo a eso una crianza donde todas las voces involucradas nos hacían tragar y repetir sus propias limitaciones y se instauraron como sólidas creencias dentro de nosotros. También le agrego una sensibilidad hormonal femenina que cada cierto tiempo nos aplasta con sus ráfagas químicas. Creo que estamos rodeados por realidades alteradas, por conceptos que piden renovación, por gente que con buenas intenciones hizo lo mejor que pudo con la educación y las ideas que tenía...lo único posible es seguir surfeando sobre los diferentes conocimientos y sobre mi misma hasta construir un camino interno que nos incluya a todos.

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