Hace algún tiempo vi una película que se llamaba Derecho de familia, y cada vez que la pasan la vuelvo a ver. Quizás por me gusta la historia (que no tiene nada de particular) el acento argentino y la forma como está narrada. Lo cierto es que hoy la estoy viendo y no dejo de pensar en mis padres, y en esa grata y extraña relación que tengo con ellos. A veces cuando hago pequeñas cosas por mi madre, como sacarle punta a sus lápices, recogerle los libros de derecho y los documentos de la cocina, levantar las cosas de la mesa de noche del piso o apagarle la televisión y las luces en la noche pienso que cuando ella no este nunca más voy a volver hacer esas cosas por ella. Entonces las disfruto en silencio esperando que duren muchos años. Algo parecido pasa con mi padre, al cual no veo mucho porque vive a las afueras de la ciudad, pero hablo con él todos los días religiosamente. Soy una persona especial por muchas razones, algunas conocidas y otras no,  y me molesta que me pregunten muchas cosas a la vez. Es algo que particularmente me pone de un humor del diablo. Mi padre que por cosas de su vida salió de la mia una cantidad considerable de años, y durante mi adolescencia tenía esa mala costumbre. Es su forma de participar, de saber, de mantenerse al tanto. Por otro lado yo lo recibo con una actitud adolescente respondiendo con monosílabos a todas sus preguntas, cosa que me hace sentir muy mal, pero me sale natural. A veces cuando nos vemos, que es más o menos una vez al mes, me da tristeza que nos veamos tan poco y pienso que cuando no este esas llamadas dejaran de existir y entonces empezare a extrañarlo. En nuestro último encuentro hablamos de muchas cosas, él quería saber de nosotras, conocernos, compartir y me dijo que estaba muy orgulloso de mi, y que yo debía estar muy orgullosa de mi misma. Me tomo por sorpresa y en el momento no sentí nada. Sólo pensé que si viviéramos en una serie gringa esa sería la frase más importante de toda la temporada y la más esperada por alguien durante su vida. Lo bueno es que cada vez que escucho a mi madre veo astucia e inteligencia en ella y le doy gracias a Dios por ser tan sabio y hacerla tan paciente. Lo mismo pasa con mi padre, algunas veces veo rayos de luz en sus palabras y momentos como el que acabo de narrar se hacen importantes. Ahora veo que la frecuencia es importante y que los padres divorciados sufren mucho, igual que los hijos. Sólo espero que el tiempo nos acompañen y que mi evolución sea precisa y generosa para poderlos disfrutar a tiempo.

PD: Los quiero como esa tierra que me ha permitido explorar otras y como los soles que me alumbran aún cuando ha anochecido.

Comentarios

Entradas populares